miércoles, 20 de noviembre de 2013

Víctimas del machismo antes de los quince

A partir de un artículo publicado en el periódico El País os presentamos cuatro historias reales de chicas que han sufrido la violencia sexista en sus vidas.


CRISTINA

Si me acuerdo de la primera vez?”. Cristina entorna los ojos. “No sé... Empezó poco a poco. Tirones de pelo alguna vez, empujones... Una tarde que estábamos en un parque se enfadó y empezó a pegarme puñetazos en los brazos y en la tripa. Luego se puso a llorar. Me asusté tanto... Y me sentí tan mal por verle así que...”, relata. El día de esa agresión Cristina, que hoy acaba de cumplir la mayoría de edad, tenía 15 años y llevaba seis meses saliendo con ese chico, de 16. Cuenta que al principio todo era “mágico”. Que el resto del mundo no existía para ellos. Pero gesto a gesto él la absorbió. Y la anuló mucho antes de levantarle la mano. Poco después, en una fiesta, una amiga vio como él le agarraba del pelo y le gritaba. “Estaba histérico y mi amiga se asustó. Me dijo que el tío era un bestia y que tenía que dejarle. En verdad no era nada comparado con otras veces y algo le conté; pero nunca hablamos de maltrato. Para mí, lo mío era otra cosa. Violencia de género es lo que les pasa a las mujeres mayores, casadas, adultas. Así pensaba yo”, dice con una sonrisa cansada.Le costó entender que no. Que había muchas historias similares a la suya.

ALICIA

Alicia se adentró en ese cuento de princesas cuando tenía 14 años y empezó a salir con su primer novio, de 16. Recuerda que se sentía enamorada hasta el tuétano y que, aunque casi desde el principio él tenía enormes arrebatos de celos no lo vio mal. “Me sentía incluso halagada. Lo tomaba como si fuera mi caballero andante que estaba celoso porque me quería mucho”, cuenta. Esta joven rubia, de ojos ambarinos y gesto risueño prefiere no dar su nombre real. Cuenta que por aquel entonces su vida era él. Se escapaba de casa para verle, faltaba a clase. Con las semanas y los meses esos arrebatos de celos que acababan en discusiones e insultos dieron paso a los empujones, los escupitajos. También a la violencia sexual.Estuvieron juntos hasta que ella cumplió 19. Ahora tiene 24. “Los episodios de violencia se sucedían. Pero ocurría, él me pedía perdón y yo le disculpaba... Incluso me llegaba a sentir culpable por haberle provocado, por haber hecho que se alterara de esa forma... Yo le amaba... O al menos eso creía”, cuenta Alicia. Una noche, a la salida de una discoteca, él le dio una paliza. La emprendió a patadas con la chica, le rompió una pierna y le provocó una lesión en el cuello. “Una amiga me llevó al hospital, me escayolaron y me tuvieron que poner un collarín”, relata. Cuando llegó a casa y le contó a su madre la verdad, la mujer sufrió una conmoción. No sabía nada.

GEMA

La historia nos la cuenta su madre.Al principio, cuando empezaron a salir me pareció hasta bien. El chico era muy educado, yo conocía a los padres...”, recuerda. Sin embargo, cuenta que llevaba un tiempo algo escamada porque percibía que Gema había dejado de salir con sus amigas, que discutía mucho con su novio. “Casi siempre por celos de él, aunque luego siempre lo arreglaban”, explica. Una noche, en plenas fiestas del pueblo, notó al llegar a casa que Gema tenía sangre en la ropa. Estaba muy nerviosa. Parecía que había discutido con el chico y que él se había ido. “Yo sabía que algo había pasado pero mi hija solo me repetía que había que localizarle, que tenía miedo de que le hubiera pasado algo”. Le llamó al móvil. Le preguntó y el adolescente reconoció que había pegado a Gema.

LAURA

Laura sufrió malos tratos por parte de su novio a los 15 años, pero hasta los 20 no fue consciente del lastre que acarreaba. Una mochila de sumisión que, sin llegar a las agresiones, la llevaba a escoger a chicos autoritarios y dominantes. También la situación que vivía en casa, donde también sufría abusos, jugó un importante papel. “Eso me empujó a los brazos de ese chico que yo veía como mi protector. Al principio me sentía genial, después...”, cuenta. Después, siguiendo el patrón de la mayoría de casos de violencia de género, llegaron los golpes. En el caso de Laura fueron los padres de él quienes abrieron los ojos. “Un día que había consumido droga me pegó delante de ellos. Se montó una pelea tan tremenda que él llegó a pegar a sus padres”, relata Laura. La chica les contó entonces lo que ocurría y ellos la animaron a denunciar. No lo hizo por miedo a su propia familia. Sin embargo, los padres del chico sí le denunciaron por agresión hacia ellos. Y eso destapó que el joven tenía otras causas pendientes de robo con violencia. Fue condenado a dos años de cárcel. Laura no le volvió a ver. Ahora se dedica a la formación de profesionales sanitarios.
Aún acude a los grupos de terapia para jóvenes, a las que explica su historia. “A esa edad no te identificas como víctima de maltrato”, dice. Y si lo haces,, cuesta dar el paso y contarlo: “No quieres que a él le pase nada y tampoco quieres que tu familia sufra. Es complicado”.Eso fue lo que le ocurrió a ella, hasta que él la agredió en plena calle. Insiste en que tenía toda la información, la ayuda y la confianza de sus padres. 

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